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Una inoportuna montaña rusa

El trastorno bipolar es una alteración de los estados de ánimo que afecta al 2 % de la población, pero muchos de los que lo padecen lo desconocen y cuenta con un gran estigma social

Fuente:El Periódico de Aragón. O. GÜEL 09/10/2011

«Cuando tenemos una crisis nos transformamos, no somos nosotros mismos. Podemos erigirnos como salvadores del mundo o no tener fuerzas ni para salir de la cama», explica Azucena Cebolla cuando habla de su trastorno bipolar. Esta enfermedad mental es una alteración desproporcionada del estado de ánimo en la que se magnifica todo demasiado, tanto lo bueno como lo malo.

El trastorno, uno de los principales protagonistas en el Día Mundial de la Salud Mental que se celebra mañana, es una alteración biológica y de origen genético de la comunicación neuronal. Las personas con diagnóstico bipolar nacen con una parte del cerebro más vulnerable, pero la enfermedad no se manifiesta hasta que sufren un episodio de emociones intensas, lo que puede ocurrir a cualquier edad.

Sin embargo, cuando aparece es difícil diagnosticarlo. «Cuesta dar con él entre ocho y diez años», apunta Cebolla, quien asegura que lo que permite identificarlo es el seguimiento continuado de los psiquiatras. De hecho, según la Asociación de Afectados por Trastorno Bipolar de Aragón (ATBAR), afecta como mínimo al 2 % de la población, pero muchos de los que lo padecen lo desconocen.

Se manifiesta en forma de crisis, tanto eufóricas como depresivas, que suelen durar entre cuatro y seis meses. Durante este periodo el paciente bipolar «se transforma» y es capaz de convertirse en un comprador compulsivo y una persona hiperactiva o, por el contrario, entrar en una fase de depresión en la que algunos hasta han intentado el suicidio.

Sin embargo, entre estas crisis existe un periodo en el que el enfermo no tiene síntomas y puede llevar una vida completamente normal. Se llama fase de eutimia y puede durar hasta varios años. Por este motivo, los pacientes reclaman que se les trate como si no tuvieran ninguna enfermedad y recuerdan que famosos como Catherine Zeta-Jones o Robin Williams también lo sufren.

Sin embargo, existe mucho estigma social en la sociedad. «La gente te ve raro y se aparta. Cuando conozco a alguien espero un tiempo para decirle que tengo el trastorno porque si no se alejan», explica Chus Castrillo, vicepresidenta de ATBAR.

Estas reacciones fomentan que los pacientes sean reacios a comunicar su enfermedad. «Es un tema soterrado, la gente no habla de ello», lamenta Castrillo. Para ella hace unos años era impensable salir en un periódico hablando de su trastorno, pero ahora tiene claro que debe «dar la cara» y recuerda que cuando se lo dijo a su familia, una prima reconoció que también lo padecía desde hacía cinco años.

Aceptación

El primer paso para reconocerlo es que el propio paciente lo acepte. «No te puedes ni imaginar lo que cuesta asumirlo», reconoce Cebolla, que es la presidente de ATBAR. Para ella es fundamental dar ese paso y aprender a convivir con el trastorno. «Al principio me sentía como una enfermedad con patas, pero luego ya empecé a verme como una persona con una enfermedad», recuerda. También hay que reconocer los síntomas —señala—, ya que así uno puede darse cuenta de cuándo va a sufrir una crisis y acudir al médico cuanto antes para que le cambien la medicación.

Sin embargo, no solo tiene que aceptarlo el propio enfermo, también su familia. «Vivir con ellos es complicado, pero cuando conoces la enfermedad te das cuenta cuándo están mal y puedes identificar los síntomas previos a la crisis», señala un padre que también pertenece a la asociación.

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